Es difícil convencer a alguien de que tiene que acudir a tratamiento, especialmente con niños y adolescentes. Para que un proceso de terapia funcione es la persona afectada la que tiene que verle el sentido a acudir y tener interés e inquietud por entender qué está pasando en su vida. A continuación exponemos 10 consejos:
- Educar sobre salud mental: Brindar información sobre salud mental puede contribuir a reducir el estigma y aumentar la comprensión. Explicar que la terapia no es solo para problemas graves, sino también para mejorar el bienestar emocional y aprender habilidades de afrontamiento.
- Compartir experiencias positivas: Si conoces a alguien que haya tenido experiencias positivas con la terapia, compartir esas historias puede ser alentador. Saber que otras personas han encontrado beneficios puede reducir el miedo al desconocido.
- Destacar la normalidad de pedir ayuda: Hacer hincapié en que buscar ayuda no es signo de debilidad, sino una muestra de fortaleza y autocompasión. Subrayar que es completamente normal y valioso cuidar de la salud mental de la misma manera que cuidamos de nuestra salud física.
- Proporcionar recursos: Ofrecer información sobre profesionales de confianza, clínicas o centros de terapia puede facilitar el proceso para la persona. A veces, la simple acción de proporcionar opciones concretas puede hacer que la idea de buscar ayuda sea más tangible.
- Explorar terapias alternativas: No todas las personas se sienten cómodas con la idea de la terapia tradicional. Explorar opciones como terapia en línea, terapias artísticas o grupos de apoyo puede ser más atractivo para algunas personas y puede ser un primer paso hacia el proceso terapéutico.
- Reconocer el proceso de toma de decisiones: Aceptar que la decisión de ir a terapia es personal y respetar los tiempos individuales es crucial. Puede ser útil abordar la resistencia o el miedo al cambio de manera gradual, permitiendo que la persona procese la idea a su propio ritmo.
- Destacar el Papel del Psicólogo como Facilitador: Enfatizar que el psicólogo actúa como un facilitador, un profesional que ayuda a explorar y entender pensamientos y emociones, sin juzgar. Esto puede aliviar temores relacionados con sentirse criticado o incomprendido.
- Compartir responsabilidades: Alentar la idea de que la terapia es un proceso colaborativo puede ser útil. Explicar que el terapeuta está allí para trabajar junto con la persona, proporcionando herramientas y apoyo, pero que la iniciativa y el progreso dependen del esfuerzo conjunto.
- No poner el foco en el síntoma que nos preocupa: en ocasiones el problema en sí mismo genera rechazo y vergüenza a la persona, suele ser más convincente reflejar el interés y la preocupación por el malestar que la persona está viviendo. De hecho, a veces, la persona no está de acuerdo en cuál es el problema tal cual lo ven sus seres queridos pero sí ve la necesidad de hablar de ese sentimiento de incomprensión u otras cuestiones que rodeen su día a día y sí le preocupen y quizás esté dispuesto/a a abordar. Esta puede ser una forma respetuosa de iniciar un proceso terapéutico.
- Acudir a terapia de familia o pareja puede ser una oportunidad para todos/as. Si nos involucramos en el proceso la persona se sentirá menos señalada y podremos obtener herramientas para gestionar las dinámicas que están surgiendo en el ámbito familiar.
En última instancia, es esencial recordar que la decisión de buscar terapia es única para cada persona y puede requerir paciencia y comprensión. Proporcionar un entorno de apoyo, educar sobre la salud mental y resaltar los beneficios positivos de la terapia pueden contribuir a que un ser querido considere la posibilidad de buscar ayuda profesional.